Entendemos por educación en la fe un largo proceso que se inicia en los primeros años de la niñez y culmina, siempre que ese proceso se haya desarrollado en su plenitud, cuando el joven se incorpora a una comunidad eclesial. El objetivo último del proceso de educación en la fe es conseguir que la persona responda a la llamada del Reino. Para ello, proponemos un camino para que adquiera una fe personal y autónoma. Por ello, pretendemos:
La fe no es un elemento desencarnado, independiente de toda expresión cultural. La fe se expresa siempre a través de unas categorías culturales, tanto
intelectuales como lingüísticas y es, al mismo tiempo, un catalizador que transforma esa cultura que le sirve de vehículo de expresión. Es importante que, a través de las diferentes áreas que componen el currículo, procuremos ofrecer a los alumnos claves de interpretación para ese diálogo necesario entre fe y cultura.
Es un momento privilegiado del día, para entrar en tu interior y escuchar lo que brota en tu corazón.
Utilizamos nuevos lenguajes y recursos, para hacer cercano y significativo este momento.
Desde los primeros años enseñamos a los niños a valorar el silencio, la reflexión y el cultivo de la interioridad.
Les enseñamos a relacionarse con el Dios de Jesús, les iniciamos en el lenguaje de la oración por medio de símbolos, expresiones
sencillas y cercanas a su realidad y a su vida.
A los alumnos mayores les ofrecemos la posibilidad de vivir experiencias de silencio que les permitan el encuentro con ellos
mismos y los preparen progresivamente para otras formas de oración más personalizadas, como la adoración y la contemplación.
Cuidamos las imágenes de Jesús, Marcelino y de María. Con una iconografía cercana y actual en nuestro tiempo, ponemos de manifiesto nuestra identidad marista.
Cuidamos la ambientación y los espacios para que sean acogedores, significativos; así como espacios con sentido y actualizados, que faciliten nuevos lenguajes.
En la tradición marista es un mes importante para desarrollar en los alumnos el amor a María.
Todos los días del mes al inicio de la jornada toda la comunidad educativa nos unimos en oración en honor a «Nuestra Buena Madre».
Cada día será un curso o un grupo del centro los responsables de preparar y animar la oración.
Esta oración se complementa con una eucaristía en honor a María, abierta a toda la comunidad educativa, que realizamos a mitad del mes.
Coincidiendo con algunos tiempos litúrgicos más significativos como el Adviento, la Cuaresma o la Pascua, ofrecemos a los alumnos la posibilidad de participar en celebraciones grupales en cuya preparación se implican. Estas celebraciones están bien preparadas y se realizan con el adecuado clima de respeto y participación.
Hay momentos puntuales del calendario colegial, como el inicio de curso, Navidad, la fiesta de san Marcelino Champagnat, la clausura del mes de María… que realizamos una celebración general con toda la comunidad educativa, como expresión de la identidad cristiana y marista del centro. Abrimos estas celebraciones a la participación de las familias.
Todo proceso de educación en la fe ha de estar precedido y acompañado por una actitud de respeto y de acogida a la persona, independientemente de sus creencias y convicciones religiosas.
Deseamos que la figura de María, nuestra Buena Madre, y san Marcelino Champagnat sean conocidas y queridas por nuestra comunidad educativa. Dedicamos el mes de mayo como «Mes de María» y celebramos la festividad de San Marcelino con la eucaristía y la oración de «Las tres violetas».